miércoles, 23 de diciembre de 2009

El desorden ético, un aspecto de escasa relevancia educativa

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Una sociedad que vincula y establece una proporcionalidad directa entre la felicidad y la posesión de bienes materiales, ¿no está promoviendo o alentando la adicción al consumo desaforado, fomentando conductas codiciosas y egoístas que propician el desplazamiento de la racionalidad, honestidad o empatía desde la infancia?
Por ejemplo, observando el comportamiento de los niños o niñas en las fiestas de cumpleaños, se puede apreciar perfectamente el grado de confusión y contaminación reinante: ¿cómo es posible que el número y valor de los regalos pueda llegar a ser lo más relevante de la celebración, pasando a un lugar secundario el juego y tiempo compartido? ¿Cómo a temprana edad se puede menospreciar, sin consideración o sensibilidad alguna, el obsequio de un compañero/a porque no cumple las expectativas? Existen justificadas razones para reflexionar acerca del fracaso escolar, el aumento de la obesidad, el consumo excesivo de alcohol, etcétera.
Y, sin embargo, el desconcierto ético o de valores predominante parece ser un aspecto de escasa relevancia educativa, siendo este origen y causa de las ruindades y miserias sociales normalizadas y aceptadas con natural resignación.