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"Hay que
educar desde la infancia", escuchamos pronunciar con frecuencia ante
comportamientos que suscitan asombro, reprobación e indignación en buena parte
de la sociedad, tal como sucede ante el machismo, la discriminación de las
personas no heterosexuales, la violencia en los campos de fútbol o el respeto
hacia los ancianos. Sin embargo, y de manera especial cuando existe afán de
lucro de por medio, parece que hay consignas circulando por la trastienda
social cuya dirección es opuesta al sentido de movimiento de la
honestidad. ¿Instruir a los nietos para sacarles el dinero a los abuelos
con ventas de productos y servicios innecesarios o inapropiados?, ¿sembrar
miedo entre la ciudadanía con el propósito de contratar medidas de
seguridad? Qué falta hace una mayor e intensa promoción del emprendimiento
de la decencia y empatía, pues ¿es posible el progreso social en un entorno
donde se promueve la miseria ética?