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Al criticar la conducta de, por ejemplo, unos padres que animan a sus
hijos a mantener una actitud de enfrentamiento y competitividad insana con los niños
del equipo deportivo contrario, ¿se está con ello despreciando a los menores? Y
en el caso de reprobar el comportamiento de los propietarios de mascotas que
tienen desajustada la balanza de los derechos y las obligaciones, ¿puede
señalarse que es una muestra del rechazo y la indiferencia sentida hacia los
animales? Es preocupante que, tal como escuché esta mañana en la radio,
profesionales de la información y comunicación confiesen optar por colocarse la
mordaza del silencio y la autocensura evitando dar una opinión desfavorable
acerca de comportamientos que priorizan y anteponen el derecho de los
perros al de las personas. Recientemente, presencié una escena sintomática de
la pérdida de perspectiva que está teniendo lugar, cuando la dueña de un cachorro
defendía la posibilidad de que el animal orinara en la fachada de un negocio, a
unos centímetros de la puerta del mismo. ¿Tener el comerciante que aceptar la
situación y pedir disculpas a la señora por haberla ofendido al indicarle que
no le parecía bien lo ocurrido? Es conveniente salir de la confusión, pues el
respeto hacia los animales y la naturaleza en general no es algo que se reduzca
a tener una mascota en propiedad.