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Carreras universitarias que hasta hace poco tiempo tenían una duración
de cinco años, ahora podrán finalizarse en tres cursos. ¡Qué chollo,
rebajas de hasta un 40%!, se anuncia en carteles iluminados. Sin embargo, hay
ciudadanos que, sin ser expertos en enseñanza ni tener relación profesional
alguna con la docencia, tenemos serias reservas respecto a los conocimientos
teóricos y prácticos adquiridos al reducir en dos años el tiempo dedicado a la formación,
y, por tanto, también en cuanto a la validez del esfuerzo social y
personal empleado en proyectos de dudosa eficacia. Otra cuestión que contribuye
y añade algo más de desconcierto, es que la misma carrera pueda tener mayor o
menor duración y contenido en función de la universidad donde uno se
matricule, pues parece que esta será una cuestión a decidir por los centros. La
realidad señala que quienes se quedan con la titulación pelada, es decir, sin
cursar máster de ampliación y especialización, lo tienen más crudo a la
hora de acceder al mercado laboral; aspecto que obliga a las familias a llevar
a cabo un desembolso superior (el precio medio del crédito del máster es
sustancialmente superior al del grado) si desean que sus hijos obtengan una mayor
preparación y que, lamentablemente, impide que jóvenes con capacidad y ganas de
aprender cumplan sus expectativas. ¿Empobrecimiento social?