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Si la conexión televisiva con el reportero que, pasadas ya las nueve
de la noche, informaba en directo sobre la situación del tiempo en una zona
montañosa, hubiese durado unos minutos más, me temo que el periodista podría
haber acabado como el personaje del anuncio publicitario de una empresa
energética, es decir, convertido en un muñeco de nieve. Al ver la imagen del
reportero con la cabeza descubierta, el pelo mojado y la barba casi blanca
debido a la nevada que estaba cayendo, la información acerca de las
inclemencias meteorológicas quedó desplazada por una idea que pasó a
primera fila del pensamiento haciéndose un hueco a codazos: ¡Menudo catarro
puede tener éste mañana! Para contarnos si llueve, nieva o sopla el viento con
fuerza no parece necesario someterse a semejante penitencia. Por otra
parte, dedicar tanto espacio informativo a describir algo que es
característico del invierno, además de desproporcionado, la verdad es que llega
a resultar bastante pesado.