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Aunque no sea aficionado al fútbol
ni permanezca con la antena receptiva a los asuntos que
rodean y se relacionan con este deporte, no me he
resistido a leer un par de noticias sobre la tan comentada fiesta de cumpleaños
del futbolista Cristiano Ronaldo celebrada después de que el Real Madrid
sufriera una derrota contundente. Y, después de lo leído, creo que
lo sorprendente del tema no es el evento y lo sucedido durante el mismo,
sino el follón mediático montado alrededor del mismo. ¿Acaso se esperaba un
acto de contrición y recogimiento en el interior de un monasterio? ¿Habría sido
menos reprobable si en vez de descorchar botellas de champán hubieran abierto
tetrabriks de tintorro? Que este joven (como otros muchos) cobre un pastón y
sea admirado por manejar con gran destreza una pelota no le convierte en
inhumano, no implica la renuncia al esparcimiento y la
diversión. Además, dentro de las posibilidades del juego, ¿no está la de
perder? Historia distinta es entrar a opinar acerca de si las retribuciones
existentes son razonables y proporcionadas a la aportación social realizada,
aunque eso no es algo que parezca estar en cuestión.