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Ha finalizado el verano y parece que la gente sigue concentrándose en
las plazas de los pueblos, aunque lamentablemente no es con la intención
de pasar unos momentos de esparcimiento y diversión en las fiestas y verbenas
locales, sino para manifestar el hartazgo y la indignación sentida ante
la indecencia que crece y trepa como la hiedra por el interior de
las instituciones democráticas, que desvía y sustrae recursos de la
comunidad para destinarlos al desarrollo y engorde propio, que riega sus
raíces vigorosas e insaciables con las lágrimas y el sudor ajeno. Sin una
plantilla adecuada de control y mantenimiento, sin una poda contundente y sin
la aplicación de un herbicida eficaz, el jardín de la democracia y
el bienestar social puede ir secándose y echarse a perder en favor de las
malas hierbas. Una cuestión esta que, por lo visto y escuchado a pie de
calle, no forma parte de los planes ni deseos de la ciudadanía, y que
según parece será algo reflejado en las urnas.
