martes, 18 de noviembre de 2014

Calidad humana y pasaporte

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De la misma manera que considero desacertado e injusto extender el manto de la desconfianza sobre el conjunto de personas que tienen responsabilidades e implicaciones directas en la actividad política, tampoco  parece afortunado que desde el terreno político se señale con el dedo estigmatizador y condenatorio hacia toda una comunidad de individuos por  aspectos  como  la etnia o el país de origen. Con el estruendo causado por las explosiones  de corrupción y  fraude democrático que, con intensidad e insistencia, están teniendo lugar en las estancias de nuestras instituciones y cuyo eco mediático traspasa fronteras, ¿sería cabal que los miles de compatriotas residentes en el extranjero (un número que lamentablemente aumenta a diario) fueran objeto de recelo y marcados con el sambenito de la sospecha perenne?  Es una pena, además de un desatino, hacer de la política una herramienta generadora de problemas y no de soluciones. La calidad humana no guarda relación con los rasgos físicos ni  el pasaporte, sino con las acciones y comportamientos. Y, ante la magnitud de indecencia endógena que está aflorando en el patio español, puede decirse que muchos conciudadanos  no están facultados para impartir lecciones de responsabilidad, civismo y compromiso social a la mayor parte de los inmigrantes.