La Voz de Galicia>Opinión>cartas del lector
El Comercio>Opinión>cartas del lector
El Correo>Opinión>cartas del lector
El Norte de Castilla>Opinión>cartas del lector
La Voz de Cádiz>Opinión>cartas del lector
Cuando las normas se sustentan sobre una sólida base de sentido
común, el eco de las críticas suele ser débil y de corto alcance.
No se escuchan voces que consideren una barbaridad establecer sanciones para
quienes, por ejemplo, circulen haciendo caso omiso de los stop y semáforos o
efectuando adelantamientos en curvas sin visibilidad alguna. En cambio, hay
reglas o preceptos que parecen estar sujetas con frágiles alfileres de
sensatez, como el reformado apartado de la nueva Ley de Tráfico referente a los
accidentes por atropello de especies cinegéticas que, en opinión de múltiples
profesionales del derecho, deja a los conductores en una situación de
vulnerabilidad y desprotección preocupante, pues aunque la conducción sea
prudente y ajustada a las señales, indicaciones y condiciones atmosféricas del
momento, el conductor del vehículo podrá ser responsable de los daños causados
a personas (incluida la de los ocupantes) y bienes. Es decir, si un ciervo o
jabalí irrumpe de manera intempestiva en la vía ocasionando un accidente
de tráfico prácticamente inevitable, cabe la posibilidad de que la inocencia se
transforme en una pesada carga de responsabilidad. Uno paga impuestos, tasas y
seguros para estar abrigado y, sin embargo, parece que cada día se siente más
el frío.