La belleza se destruye y se transforma, pensé al ver la fotografía de la sección 30” del Magazine del 19 de febrero de 2012, correspondiente a una mina a cielo abierto. Donde existía armonía y encanto natural, ahora hay heridas abiertas, supurantes y con presencia de cuerpos extraños que, de manera organizada e infatigable, se afanan en la extracción de materias primas que serán convertidas en artículos y productos destinados a facilitarnos la vida y satisfacer nuestras necesidades. El desarrollo y progreso social alcanzado no hubiera sido posible sin la alteración o modificación del entorno, sin embargo, las huellas de la ambición e insensatez del ser humano son de una envergadura tal que, según se indica y alerta desde la comunidad científica, de continuar por este camino el deterioro del planeta será irreversible y tendrá consecuencias catastróficas a la vuelta de la esquina. Y, a tenor de los resultados obtenidos en las cumbres internacionales celebradas sobre el cambio climático, el panorama no parece muy halagüeño.