lunes, 19 de marzo de 2012

Equilibrio

La Voz de Asturias>Opinión>cartas del lector


A las siete y cuarto sale de la cama, tras prepararse y desayunar se dirige hacia el instituto en el que cursa el primer año del bachillerato y, al finalizar la intensa jornada, regresa a su casa hacia las cuatro de la tarde. Come sin demasiada pausa o demora para, a continuación, dedicarse al estudio y realización de los deberes o tareas hasta las doce de la noche como norma general, pues no son raras las ocasiones en las que la cosa puede prolongarse incluso hasta en dos o tres horas. Y, como compensación al esfuerzo llevado a cabo de lunes a viernes, los fines de semana suele disfrutar de una tarde libre y de ocio con sus amigas; la carga de trabajo asignada no suele dar para más. Como dato a tener en cuenta,  puede  señalarse que la  chica no tiene grandes dificultades a la hora de adquirir conocimientos, ya que tanto en la etapa de educación primaria como en secundaria sus notas medias fueron de notables y sobresalientes.
Si los especialistas en medicina indican que los adolescentes deben dormir un promedio de nueve horas con el fin de evitar las múltiples consecuencias originadas por el déficit de sueño, con alteraciones o perjuicios sobre la salud  emocional, mental o física, no es fácil comprender que, aunque el bachiller sea denominado y reconocido como de excelencia, lleve implícito el sacrificio de una parte importante del tiempo destinado a dormir, descansar. Si el ritmo  imprimido y exigido  llega a causar dolores de cabeza, sensación de agobio o signos de arrepentimiento por la opción elegida, surgen algunos interrogantes: ¿tiene ello un balance global positivo o satisfactorio?, ¿cuál debe ser el objetivo de la enseñanza, procurar que las personas sonrían y sean competentes en lo profesional y lo humano, o ásperas y competitivas?, ¿están presentes las recomendaciones de médicos y psicólogos al diseñar y aplicar los  planes y métodos de estudio? Entre no llegar o excederse, también hay espacio o recorrido.