Dice Ángeles Caso en su artículo del 15 de mayo que ya es hora de que la ciudadanía comience a dar muestras de la indignación acumulada en los últimos tiempos y tratar de evitar que se modele una sociedad en la que el Estado de bienestar sea una cuestión reservada a las personas que vivan en la cumbre. Cada generación tiene sobrados motivos para sentir indignación, tristeza e inquietud ante determinados acontecimientos, costumbres o tendencias sociales y, lamentablemente, las generaciones del presente y tampoco las del futuro van a quedar exentas de tales emociones. Ahora nos encontramos ante un gran reto: ser capaces de construir sociedades de progreso y no retroceso, que las condiciones de vida en el siglo XXI no tiendan a converger con las del XIX.
El índice de desarrollo humano (IDH) o calidad de vida de los pueblos no es algo que se garantice e incremente a través de mensajes de texto o llamadas de móvil, pues no sólo se trata de ciencia y tecnología, también de valores y principios.
