Conocer si Islandia ha tomado o no la decisión adecuada al negarse a pagar la abultada deuda con los bancos extranjeros parece ser una cuestión reservada para capítulos aún no escritos, pero fue la opción adoptada por la mayoría de los islandeses de forma democrática en las urnas. Como indica un ciudadano en el reportaje La isla rebelde (n.º 1228), la democracia no solo es una palabra hermosa, sino, y también, la posibilidad de que el pueblo pueda elegir acerca de su destino, del bienestar de sus hijos y nietos. Con sus errores y aciertos. Tras el terremoto financiero que sacudió el país, las muestras de su mayoría de edad albergan pocas dudas, pues, aunque contrariados u ofendidos, han tenido un comportamiento con elevadas dosis de civismo y compostura. Y, en el caso de que sus denuncias acaben llevando a alguien a la cárcel, al menos no sentirán claustrofobia por estar literalmente entre rejas y, además, podrán aprender un nuevo oficio con el que ganarse la vida honestamente: fabricando relojes.
