lunes, 7 de marzo de 2011

Codicia y sed de poder

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Ahora que los poderes políticos y económicos han comenzado a considerar y tomar conciencia de que el cuidado y la protección de los ecosistemas es una prioridad insoslayable para que nuestra especie continúe dando la lata por el planeta, se están adoptando medidas y acuerdos que, a pesar de verse limitados y condicionados por la complejidad que entraña construir el puzle formado por los múltiples intereses de las naciones con más peso y decisión mundial, parecen tener la intención de corregir o, al menos, disminuir las actividades de las que se derivan daños graves e irreversibles para el medio ambiente. Pero, ¿y cuándo ponerse manos a la obra con la imprescindible y apremiante tarea internacional de procurar un medio ambiente social más humanizado? Si el incremento de los precios de los alimentos el año pasado condujo a 44 millones de personas más en el mundo a padecer las condiciones de la extrema pobreza, ¿no es señal o motivo suficiente para tomárselo en serio? Extender el malestar entre la población debido a un profundo e injustificable desequilibrio en la distribución de los recursos existentes tiene el riesgo de superar los límites de elasticidad o resistencia de la ciudadanía, y acabar con serias fracturas en la convivencia de pronóstico reservado.