Por un sueldo comprendido en una horquilla salarial que va de los 600 a los 800 euros al mes, muchas mujeres inmigrantes están en el puesto de trabajo las 24 horas del día. Son víctimas de una esclavitud incruenta, donde no existen látigos, cadenas, persecuciones o retenciones forzosas, sino el mero y pesado yugo de la pobreza.
Por 20.000 euros puede descorcharse una botella de un excelente vino en las salas vip de algunas discotecas, o sea, más de dos años de trabajo en la vida de una persona equivalen al contenido de unas cuantas copas en un local de moda de cualquier gran ciudad en nuestros días. Y, según parece, ello no es debido a errores de valoración, sino a cuestiones relacionadas con la oferta y demanda, con las razonables y equilibradas leyes del mercado. ¿Qué sería de nosotros si no fuera por la sesuda aplicación que nuestra sociedad hace de las matemáticas?
