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Después de un año
ocupando el cargo, el ministro de Transición Ecológica en Francia presentó la
dimisión hace una semana debido a su manifiesta incapacidad para cambiar el
rumbo político y económico que, en su opinión, minimiza y desprecia las
desastrosas consecuencias de la actividad humana en el medioambiente. No suena
nada bien que, la persona con mayor responsabilidad en el ministerio, abandone
el puesto aludiendo a la ceguera y la necedad existente en materia de
conservación de la naturaleza en un entorno de aparente sensibilidad ecológica.
Por un lado, la
postura tiene la consideración de ser una muestra de cobardía, deslealtad y
falta de compromiso; y por otro, es valorada como una actitud valiente,
coherente y honesta.
En el caso de
conceder credibilidad a lo expuesto por el ahora ex ministro, parece que se
trata de alguien que valora más el bienestar de las generaciones futuras que la
abundancia personal del presente.