sábado, 30 de junio de 2018

Sin calibrar los efectos

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Al ritmo que llevamos, en no mucho tiempo, una vez confirmada la compra de un artículo en la pantalla del móvil u ordenador, podría sentirse la necesidad de acudir apresuradamente hacia la puerta de la vivienda esperando ansiosos la entrega del paquete por parte del repartidor, y sin reparar tan siquiera en si es un autómata o un humano. Bueno, incluso mejor que no sea una persona, así podría evitarse eso de tener que saludar, poner buena cara y despedirse con un adiós, un hasta la próxima o  que tenga usted un buen día; pues  vaya una tontería perder  los minutos en formalismos improductivos.
Es posible que demos un click a la una o las dos de la madrugada esperando que la lavadora de la imagen esté instalada en su sitio y centrifugando la colada como muy tarde al mediodía, y que no nos vengan con cuentos e historias de retrasos debido a no sé qué movidas. Corren tiempos donde prima la inmediatez, sin prestar atención ni conceder  demasiado valor al cómo y al por qué, sin calibrar los efectos sociales de la creciente ansiedad e indiferencia consumista.