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Hace unos días, Sophia, un robot con forma humana e inteligencia
artificial que, hasta el momento, está considerado como uno de los más
desarrollados del mundo, estuvo presente e intervino en un acto de carácter
científico celebrado en la Universidad Pública de Navarra, causando sorpresa
entre los asistentes por la elevada capacidad de interaccionar con las personas
a través de la conversación y los gestos faciales.
En estos momentos, le preguntaría a Sophia qué opinión le merece que
un buque con 629 personas a bordo (entre ellas personas enfermas, mujeres
embarazadas, bebés y aproximadamente un centenar de menores) pueda permanecer
varios días a la deriva en alta mar sin más atención que la prestada por
integrantes de organizaciones no gubernamentales. Me inclino a pensar que su
respuesta sería más humana que la ofrecida por individuos que sienten y
respiran. Y le plantearía más interrogantes, pero no sé si será
conveniente, pues tampoco se trata de atosigar y conducir al desconcierto o
bloqueo mental al joven androide.