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Las primeras palabras pronunciadas esta mañana una vez puestos los
pies en la calle fueron para saludar y desear un buen día a un conocido de
etnia gitana que, como de costumbre, se dirigía hacia el vehículo con la
intención de acudir al trabajo.
Soy consciente de que no es una actitud rigurosa o acorde con las
recomendaciones dictadas en la guía básica del prejuicio racial, pero es que no
acabo de interpretar los mensajes ni encuentro argumentos de peso capaces de
estimular un sentimiento de rechazo hacia una persona sonriente, amable y
educada por la casualidad biológica de haber nacido con una piel más morena. En
realidad, entiendo y tengo mejor conexión con las instrucciones apuntadas en el
manual práctico del respeto al prójimo atendiendo a la conducta, dejando a un
lado el maletín de filtros discriminatorios que desprecian los derechos
humanos.
