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Ha tenido que pasar más de medio siglo para enterarme, y no por percepción `personal sino a través de la prensa, de la confluencia de factores que, en opinión de profesionales de la psicología y la meteorología, hacen que el 20 de junio tenga la consideración de ser el día más favorable para la felicidad. La jornada cuenta con la mayor cantidad de horas de sol, con un incremento de la temperatura ambiente, con el horario laboral de verano y con la cercanía de del periodo vacacional y de la paga extraordinaria; y además, con la predisposición de la gente a pulsar el “me gusta” en las fotografías subidas a la red social Instagram, algo que parece contribuir a inflar la satisfacción de buena parte de la juventud.
Y si a este conjunto de variables se le añadiera la de señalar el día como festivo en el calendario, entonces sería el no va más, incluso quizás fuera adecuado construir con antelación barreras destinadas a contener desbordamientos e inundaciones de felicidad. Eso sí, el 21 de junio todo volvería a la normalidad.