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Si el fútbol es
una actividad transmisora de valores como el esfuerzo, la disciplina, el respeto
al rival, el trabajo en grupo o la deportividad, llama la atención que
ciertos partidos sean catalogados de alto riesgo, dando lugar a la adopción de
medidas extraordinarias de seguridad pública destinadas a evitar, disminuir o
sofocar enfrentamientos físicos entre aficionados de distintos clubes. Qué
extraña manera de manifestar los sentimientos en torno al deporte, qué
confusión (normalmente aprendida desde la niñez) entre el concepto de
competición deportiva y hostilidad combativa.
Y así como sucede
en diferentes ámbitos de la vida, parece ser que la educación es la vacuna más
eficaz descubierta hasta el momento para combatir la proliferación de unos
comportamientos que, contemplados desde el punto de vista humano, no hay por
dónde cogerlos; y, observados desde una perspectiva económica y social, además
de resultar costosos y estériles la factura es pagada a escote por el conjunto
de la ciudadanía.