“Esto es la ley del embudo, con
la parte ancha para quienes tienen mucho y la estrecha para los
que estamos apretados”, es algo que escuché decir en días pasados a
un señor jubilado que charlaba con un vecino o conocido mientras permanecían
parados en la acera de una calle del barrio. Y, por lo visto, parece que esta
idea prolifera y se manifiesta entre la ciudadanía como las setas en otoño,
pues solo hay que contemplar la incredulidad y estupefacción reflejada por el
mago Asín en la viñeta del 8 de noviembre, incapaz de digerir el
desajuste que presenta la balanza de la ética y la equidad, presa de la
decepción ante un espectáculo de magia que no comprende ni
comparte: el de la sinrazón y el fraude social. Una situación que tampoco satisface
ni entusiasma a la escritora Carme Riera, quien declara anhelar una
realidad global que no esté modelada por las gélidas manos de la
desconsideración y la avidez material.