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Las noticias incluidas en las
secciones de los medios de comunicación dedicadas a mostrar los
desfases y caprichos de la opulencia deberían encuadrarse en el apartado
de sucesos, aunque para ello sería preciso que tuvieran la
consideración de anomalías sociales. Parece que la sociedad presenta y
digiere sin ardores la coexistencia entre la miseria y el
exceso, como si se tratara de un hecho natural e inevitable,
contemplar la salida y puesta del sol de la sinrazón desde el
asiento de la indolencia, condescendencia, envidia e incluso
satisfacción. Puede verse un programa televisivo en el que se
muestra el transcurrir de la vida en la cresta de la ola del lujo y, a
continuación, visionar otro en el que familias inmersas en situaciones de
económicas desesperadas solicitan ayuda a la ciudadanía para salir a flote
hasta pasado mañana. Así no hay manera de levantar el ancla y moverse
hacia aguas sociales más limpias, y según informes de distintas organizaciones
y organismos, las actuales están desprendiendo un olor a desigualdad cada día
más insalubre y molesto.