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Hace ya unos cuantos años del
comienzo de las campañas públicas de sensibilización medioambiental llevadas a
cabo en los centros escolares, cientos de miles o millones niños han recibido
información e invitado a participar en actividades y visitas a centros de
tratamiento de residuos al objeto de extender e intensificar la concienciación
social, y las familias han ido adoptando conductas de consumo arbitradas por la
regla de las tres erres: reducir, reciclar y reutilizar. Buena cantidad de
charlas, eslóganes, videos y juegos interactivos dedicados a conocer y asimilar
la necesidad de cambiar de hábitos derrochadores e insostenibles en el tiempo,
pero la moderación en el gasto y uso de los libros de texto parece
ser una cuestión que se esquiva o rodea año tras año.
Si las facturas y recibos en
papel disminuyen a un ritmo considerable, si la ciudadanía actúa como
protagonista principal en el reciclaje de cartón y si las empresas procuran
reducir el tamaño y peso de los embalajes, ¿por qué no aprovechar durante más
cursos unos libros cuyos contenidos continúan siendo materia de estudio y
evaluación? ¿Cómo va el tema?