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¿Por qué el propósito de traer al
mundo hijos privados de la oportunidad de disfrutar de la música, del sonajero
formado por las olas al chocar contra los acantilados o de unas palabras
cariñosas susurradas al oído? Cuesta entender, y menos aún compartir, que
alguien pueda tomar la decisión de tener hijos sordos como, según información
publicada en un diario digital, ha sido el caso de una pareja de mujeres
estadounidenses, deseosas de ser madres de un niño y una niña con su
misma discapacidad. Disminuir o anular las capacidades humanas en el
laboratorio al objeto de satisfacer las expectativas de los progenitores, ¿es
un acto de amor o de necio egoísmo? Otra cuestión que entraña cierta confusión
es que, mientras la legislación condena acciones que causan lesiones como la
sordera o ceguera a los ya nacidos, pueda amputarse de manera caprichosa
la potencialidad y los sentidos a quienes van a venir al mundo.