El Comercio>Opinión>cartas del lector
Sería absurdo negar que las
manifestaciones, huelgas o encierros son viejos instrumentos de reivindicación
y protesta, acciones con muchas velas en la tarta de cumpleaños,
pero, cómo calificar la esencia y los efectos de unas políticas que
degradan y erosionan los pilares de la catedral del bienestar social
europeo. ¿Es moderno distribuir la riqueza producida por la
sociedad aplicando fórmulas o conceptos de épocas pretéritas? ¿Es
revolucionario ofrecer a las nuevas generaciones unas condiciones de vida más
desfavorables que las de sus progenitores? ¿Es vanguardista que cada vez sea
mayor el número de personas con dificultades para acceder a la alimentación?
¿Es progresista que los abuelos sean el sustento de hijos y nietos? ¿Es
avanzado sembrar de obstáculos el acceso de la población a la sanidad,
educación y justicia?
La cerrazón e insensibilidad del
fanatismo de la codicia que recorre Europa, es un abono idóneo para la
inestabilidad social y la radicalidad política.