En
el magazine del pasado 18 de noviembre, Quim Monzó y Suso de
Toro escribían acerca de las prohibiciones relacionadas con la
posesión de mascotas, de la confusión existente entre obligaciones y derechos,
o de la equiparación que se establece entre personas y animales.
Afortunadamente,
de un tiempo para acá parece que mucha gente ha asimilado que recoger las
cacas depositadas por sus perros en aceras, parques y jardines, no sólo
contribuye a mantener un espacio urbano más higiénico y agradable, sino que
también es una cuestión de respeto para con los vecinos y visitantes.
Sin
duda, el afecto por los animales es compatible con el deber cívico de quien
vive en comunidad, y, como en cualquier otro tema o asunto, ojalá fuera una
realidad que muchos de nuestros comportamientos se guiaran por la
ética y el sentido común y no por restricciones emanadas de las leyes.