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En octubre de 2009 un grupo de adinerados alemanes solicitaba al gobierno un aumento provisional de los impuestos a las grandes fortunas con el objetivo de contribuir a la creación de proyectos sociales y económicos que ayudaran a mitigar las graves consecuencias que para muchas familias estaba teniendo la crisis, así como para crear las condiciones que ayudaran a superar la misma. Casi dos años después, por un lado, el hombre que ocupa el tercer puesto en la lista de los más ricos del mundo pide al presidente de Estados Unidos una subida de las retenciones fiscales a quienes más tienen, pues, mientras que él había pagado un porcentaje del 17,4% de sus ingresos a Hacienda en el 2010, los trabajadores de sus empresas aportaron un 36% aproximadamente. Y, por otro, dieciséis millonarios franceses sugieren una receta similar en su país, ya que consideran necesario una mayor colaboración e implicación por su parte en un momento de serias dificultades económicas y de esfuerzo colectivo.
Teniendo en cuenta la dinámica fiscal de las últimas décadas, surge una incógnita: ¿serán calificadas estas personas de insensatas, inconscientes o antisistema?
