Si no se albergan dudas ni discrepancias para atribuir la responsabilidad derivada de un accidente de tráfico ocasionado por un coche que se pasa el semáforo en rojo o circula en dirección contraria, independientemente de factores como pueden ser la marca del vehículo o la identidad de los conductores, por qué existen tantos matices a la hora de valorar cuestiones relacionadas con la corrupción política? Es más o menos condenable en función de la filiación o color de quién la practique?
Ante la utilización de los cargos públicos para el enriquecimiento personal no caben vacilaciones ni disculpas, pues tolerar o proteger a quienes meten la mano en la caja facilita la corrosión y el deterioro de la confianza de los ciudadanos en el sistema político que mejor nos ha ido: la democracia.
No es honesto ni pedagógico hacer trampa mientras se solicita al adversario que respete las reglas del juego.