Hemos confeccionado un modelo de sociedad que está más pendiente del tipo de interés bancario que de la deforestación de los bosques. Es decir, obviamos los graves e irreversibles daños que nuestras depredadoras actividades causan al medio ambiente; el fin justifica los medios. Y encima la balanza usada para repartir entre los ciudadanos los réditos económicos obtenidos a costa del irreversible deterioro de nuestro planeta está totalmente desajustada.
¿Esto es todo lo que cabe esperar de la especie más inteligente?