Con el cóctel de problemas que hay actualmente en el país, es presumible que mi observación y sugerencia sea calificada de frívola o anodina.
Los consumidores somos cada día más exigentes con los productos o servicios que se prestan o comercializan, tanto en lo que respecta a su eficacia o calidad como a la información de sus propiedades o características. Si adquirimos una botella de zumo de naranja que carece prácticamente de sabor, tenemos dos opciones: continuar introduciéndolo en la cesta de la compra, o quedarse con la marca para no volver a caer en la trampa; si compramos un queso manchego que resulta ser insulso, las alternativas que tenemos son las mismas. Y, qué ocurre cuando vamos a la frutería y los alimentos son totalmente insípidos o, incluso, tienen un sabor no característico? Pues nada, cruzar los dedos ante la próxima compra; simple e independientemente del aspecto y precio abonado por los mismos.
Los consumidores somos cada día más exigentes con los productos o servicios que se prestan o comercializan, tanto en lo que respecta a su eficacia o calidad como a la información de sus propiedades o características. Si adquirimos una botella de zumo de naranja que carece prácticamente de sabor, tenemos dos opciones: continuar introduciéndolo en la cesta de la compra, o quedarse con la marca para no volver a caer en la trampa; si compramos un queso manchego que resulta ser insulso, las alternativas que tenemos son las mismas. Y, qué ocurre cuando vamos a la frutería y los alimentos son totalmente insípidos o, incluso, tienen un sabor no característico? Pues nada, cruzar los dedos ante la próxima compra; simple e independientemente del aspecto y precio abonado por los mismos.
Puesto que sería una ingenuidad albergar cualquier esperanza respecto a obtener una advertencia previa respecto a ciertas cualidades del producto como, por ejemplo: fresas desaboridas o con sabor extraño, no estaría nada mal conocer la identidad los productores, y no sólo la zona o región de procedencia.
