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El último informe de la organización no gubernamental Oxfam Intermón, generador de un oleaje de reflexiones y comentarios en los medios de comunicación, dibuja una realidad global y nacional que, observada desde la perspectiva humanitaria, ofrece un panorama desolador en lo social, desajustado en lo económico y decepcionante en lo político. Hasta el momento, no conozco a ninguna familia que decida hacer una obra en casa para hacerla menos confortable, no sé de comunidades de propietarios que acuerden llevar a cabo cambios en el edificio que dificulten el día a día de los vecinos y no soy consciente de fabricantes que trabajen en la disminución de la seguridad de los vehículos. Sin embargo, parece que una buena parte de las reformas establecidas desde el ámbito gubernamental acaban teniendo un impacto negativo en la vida de las poblaciones. Contemplado desde el plano de la técnica, el mundo avanza a un ritmo asombroso; pero visto desde el plano de la hermandad, las sociedades se desplazan con la marcha atrás a una velocidad asombrosa. El progreso no consiste en institucionalizar la desigualdad y precariedad de la ciudadanía.
