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Aunque tienda a ser calificada de pobreza energética, supongo que bajo
la intención de señalar los perjuicios y consecuencias derivadas de semejante
circunstancia, en realidad suele tratarse de una situación de penuria
integral. Por desgracia, la insuficiencia de recursos económicos
afecta a cualquier ámbito de la vida, la precariedad tiene la propiedad
de expandirse y estar presente durante las veinticuatro horas del día.
Cuando no es posible hacer frente a la factura de la energía doméstica,
lo normal es que también existan serías dificultades para llevar una
alimentación familiar adecuada, para acceder a fármacos o acudir al dentista,
para costear las necesidades educativas, para acometer la reparación y sustitución
de electrodomésticos básicos, para adquirir equipos y estar
conectado a una sociedad cada día más digital, para pagar el billete del
transporte urbano o para mantener a flote la autoestima y el equilibrio mental.
Y aún golpeadas con mayor intensidad, se encuentran las personas sin
hogar ni ingresos que no proceda del auxilio caritativo.