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"No
voto con mi vagina", fue la aguda y concisa respuesta de la actriz Susan
Sarandon al ser preguntada sobre la trascendencia de que una mujer pudiera
alcanzar la presidencia de los Estados Unidos en las elecciones que tendrán
lugar el próximo 8 de noviembre. Para la artista, el sexo de los candidatos es
una variable irrelevante e insustancial al acudir a las urnas, pues el
magnetismo no se encuentra en la entrepierna de la figura política, sino en la
trayectoria personal, en la dirección de las intenciones y en el contenido de
los sueños políticos; cuestiones que, al parecer, la alejan de Hillary
Clinton y de Donald Trump, valorados ambos como los candidatos más
impopulares de la historia reciente de EEUU. La pérdida continuada de poder
adquisitivo de los trabajadores y el aumento de la desigualdad social
durante las últimas décadas dan lugar a la insatisfacción, la desconfianza y el
distanciamiento de la población respecto a las formaciones tradicionales
estadounidenses, tal como está sucediendo en Europa. Sociedades capaces de
enviar naves espaciales a otros planetas e incapaces de reducir la escandalosa
distancia existente entre la abundancia y la miseria, sistemas que progresan
adecuadamente en materia tecnológica mientras retroceden en bienestar social.