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Tomar una cerilla e intentar prender fuego a una
pila de madera empapada de agua es una tarea abocada al fracaso, al igual que
procurar encender un mechero en un local sin presencia de oxígeno o pretender
iniciar la combustión de un trozo de mármol. Así mismo, escasa influencia o
recorrido político parecen tener las actitudes y los discursos catalogados como
populistas e incendiarios en una sociedad democrática reflexiva, sosegada,
equilibrada, segura y confiada, pues es difícil causar un incendio social donde
no se dan las condiciones apropiadas, donde escasea tanto el material
combustible como el comburente. En cambio, si la población percibe y padece las
consecuencias de un sistema que promueve con entusiasmo el monocultivo de la
codicia, la precariedad y la inequidad nacional, ¿no se están creando las
circunstancias adecuadas para que las chispas originadas por la fricción social
alcancen y entren en contacto con la paja acumulada durante años al aire libre
en un ambiente de sequía? ¡Cuánto perjuicio genera la dinámica cultural de la
avidez material, la ley del embudo y la estulticia!