lunes, 15 de agosto de 2016

Late con fuerza

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"Aún vivimos en un mundo ridículamente sexista", denunciaba una chica estadounidense en una red social después de que se le impidiera la entrada a un parque de atracciones en Nueva Jersey por llevar una camiseta con escote, la cual no supuso obstáculo alguno al ser intercambiada con un acompañante masculino que accedió al recinto con total libertad. "Mi mayor deseo es que los países árabes cambien y no discriminen a los gays, que no haya insultos y violencia  contra nosotros en las calles", comentaba una persona transexual en un documental sobre la sexualidad en la ciudad de Beirut.  "Si no me apoya mi mismo comité, qué hago yo aquí", declaraba un joven andaluz que ha decidido dejar el arbitraje futbolístico como consecuencia de la hostilidad y el desprecio del que es objeto tras dar a conocer su  homosexualidad. Con la ley tomándole la delantera a la ciudadanía o bien con la situación inversa, parece que la discriminación por cuestiones de sexo late con fuerza. Desde la heterosexualidad, soy incapaz de encontrar argumentos o razones capaces de justificar distintos niveles de derechos y oportunidades sociales en función de lo que suceda en el interior de los dormitorios.