martes, 2 de febrero de 2016

Indecencia y desigualdad

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Aun siendo motivo de asombro, tristeza, desencanto e indignación social, parece que la salida a flote del cuantioso volumen de impudicia y precariedad ética que, en los últimos tiempos, contamina el paraje político y  deteriora las costas del bienestar general, también revela e impulsa determinados aspectos   positivos:  la constatación de que  no existe un grado de atrofia institucional que incapacite el funcionamiento de los mecanismos previstos para  inspeccionar, corregir, sanear y sancionar  conductas corrosivas que actúan en la sombra, sin que ello suponga caer en un estado de complacencia y olvido respecto a las necesidades de llevar a cabo obras dirigidas a mejorar los métodos de transparencia, prevención y  filtrado de  sustancias nocivas; la extensión y el refuerzo de una conciencia ciudadana que parecía estar bastante confiada y distraída en los parques de atracciones sociales diseñados al efecto; o la decisión popular de redistribuir el voto estableciendo una mayor competencia política que se supone y espera  contribuya al progreso del país en materias de peso como pueden ser la honradez y la calidad de vida de la población. Indecencia y desigualdad, cuestiones que favorecen la exclusión y debilitan los lazos de la convivencia y el compromiso social.