Mientras veía el telediario a través del ordenador, en el que se
comentaba la conveniencia de filtrar la demanda caprichosa de regalos por parte
de los niños en estas fiestas navideñas, me da por consultar el correo
electrónico y, adoptando un gesto mecánico de sorna, observo el encabezamiento o asunto de uno de
esos correos indeseados recibidos a diario: Alejandro, date
un capricho. Pocos minutos después, paso a escuchar publicidad de la ONCE donde se resalta la figura del vendedor de cupón
poniendo de relieve la cercanía e integración del mismo en el barrio, un
anuncio capaz de penetrar y adherirse, pero
que se desprende con suma facilidad tras
leer que este colectivo de trabajadores alerta contra la posible
destrucción de empleo al ampliar los puntos de venta de los cupones a estancos,
gasolineras, quioscos, oficinas de correos y supermercados.
Hay momentos del día en los que
uno tiene la impresión de estar caminando por el pasillo de una tienda donde,
en un lado hay estanterías con productos empleados en la prevención y extinción de incendios, y en el otro con variedad de material diseñado para el
inicio de las llamas.