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Hace unos días, los medios de comunicación se hacían eco del ingreso
en urgencias de cinco jóvenes en situación de coma etílico como consecuencia de
las vejaciones (calificadas como novatadas) padecidas en un parque público
próximo a un Campus Universitario de León por parte de algunos
estudiantes veteranos. Innovadoras y entrañables muestras de bienvenida.
Futuros graduados en conocimientos técnicos (e incluso con matrículas de
honor), aunque con calificaciones deficientes en la asignatura de empatía
y respeto. Y, lamentablemente, en determinados casos no es un comportamiento
estúpido y abusivo limitado a la etapa de la juventud, sino que seguirá
manifestándose de manera esporádica a lo largo de la vida y, en la medida que
las circunstancias lo permitan, continuará abrasando con arbitrariedad a otras
personas en cualquier ámbito social. Si la intención es ofrecer un entorno
agradable y favorecer la integración de los recién llegados, sobran las
humillaciones y las gilipolleces. Acoso escolar, novatadas y asedio
laboral (mobbing), acciones que, hasta no hace muchos años,
sucedían y eran digeridas de manera natural, sin generar molestias
“gastrosociales”.