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"Se
equivocó", es una amable manera de definir la deplorable, desleal e inadmisible
conducta de personas introducidas hasta el cuello en el fango de la corrupción
(incluso sumergidos, con diploma de buceadores expertos). Y, según el
diccionario, entre las palabras error y latrocinio existen diferencias de
peso; aunque esto también hay clases, pues no es igual saltar la valla y
ensuciar las manos para apropiarse de una gallina que causar la ruina del
gallinero. Indulgencia o severidad, dos actitudes que, por lo visto,
brotan y se manifiestan en función del objeto y el objetivo sometido a
evaluación. Hay términos que se deslizan con delicadeza y otros que
se adhieren con fuerza y precisión. "¡Cómo
habrá metido la pata de esa manera!, si siempre ha nadado en la abundancia", es otra cuestión repetida ante los casos de corrupción que afectan a
personajes de reconocida solvencia económica, sin tener presente que la codicia
habita en cualquier barrio, y en ocasiones alimentada desde la cuna con esmero
y guardando la tradición.