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Hay quien se empeña en justificar
el disparate o la barbarie apropiándose del sentir general, cuestión que no
procede y, además, suele causar molestias. “Eso está claro para cualquiera”, ha
sido un comentario realizado por el alcalde de Osaka (Japón), tratando de
disculpar la situación de esclavitud sexual a la que, según parece,
fueron sometidas miles de mujeres destinadas al desahogo y satisfacción de
los soldados japoneses en años anteriores a la segunda guerra mundial y hasta
finalizar esta. ¿Quiere ello decir que el secuestro y la violación es un
bálsamo natural e imprescindible para sobrellevar las atrocidades que tienen
lugar en los conflictos armados?
Curiosamente, uno puede haber
leído en abundancia, estar en posesión de títulos universitarios, saber idiomas
y vivir rodeado de las tecnologías más novedosas, y ser incapaz de comprender
una enseñanza básica y universal: la que habla del respeto hacia los derechos
humanos. ¡Qué pena y, por desgracia, qué riesgo!