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Un estudiante estadounidense de derecho
ha saltado a las páginas y pantallas de los medios de comunicación por haber
creado una pistola en su domicilio sirviéndose de un equipo informático y una
impresora 3D, llegando a ser clasificado por una revista como una de las 15
personas más peligrosas del mundo. Aun sin ser apasionado de las armas ni
defensor de su libre e indiscriminada distribución, me parece una desmesura
atribuir tal grado de peligrosidad a un joven que, según la información
divulgada, contempla llevar a cabo distintos proyectos, como es la
elaboración de prótesis de cadera. Tales posibilidades de producción
pueden ser de gran utilidad en un futuro próximo, pues, tras conocer lo
sucedido a un chaval operado de una rodilla en un hospital público de la
Comunidad Valenciana, al que se le retiró el elemento ortopédico (externo)
porque la familia no podía adelantar el pago de la misma (152 euros), y
dada la tendencia de los últimos tiempos en materia de servicios y prestaciones
públicas, quién sabe si acabaremos yendo al hospital con las piezas de
recambio y rehabilitación fabricadas en la habitación o el bajo de cualquier familiar
o vecino del barrio.
