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Durante los primeros años de la crisis económica y financiera, cuántas
veces escuchamos o leímos que habíamos vivido por encima de nuestras
posibilidades, una expresión que distribuía la responsabilidad de la recesión
de manera anónima y equitativa entre la población, señalando un punto de
referencia para la penitencia colectiva por los excesos cometidos.
Con el afloramiento de los múltiples casos de corrupción, despilfarro
y nefasta gestión del dinero público repartidos por la geografía española, se
hacía evidente que la participación ciudadana en la deriva no había sido
general y proporcionada, y que en buena medida tenía más relación con la
codicia y la indecencia que con la imprudencia.
En la actualidad, parece tener bastante presencia el eslogan “lo quiero,
lo tengo”, promoviendo un pensamiento en torno al consumo que, mal entendido y
gestionado, no conduce a nada bueno. Y qué decir si se traslada al terreno de
las apetencias sexuales, donde las personas no son objetos.