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Estando presentes en el ámbito educativo, religioso, deportivo,
político, laboral y vecinal, lo extraño sería que se mantuvieran alejados o al
margen de instituciones que desarrollan su labor en territorios donde, por
diferentes circunstancias, abunda la indefensión, la pobreza y la
vulnerabilidad. Y sí, también en las organizaciones no gubernamentales (ONG)
hay seres con una personalidad poco dada al respeto y la empatía, depredadores
sociales que usan el disfraz de la cooperación para dar rienda suelta a conductas
antisociales, perversas o inmorales, como parece ser llevaron a cabo algunos
integrantes de la ONG Oxfam Gran Bretaña durante el transcurso de una
campaña humanitaria en Haití tras el terremoto de 2010. Sería injusto
extender la duda y el desprestigio de manera indiscriminada sobre toda una
organización o colectividad, pues la indecencia de una minoría no debe empañar
la dedicación honesta de la mayoría, pero teniendo presente que lo
verdaderamente corrosivo para la credibilidad grupal es que puedan generarse
sospechas públicas en torno a la honradez de las acciones, la transparencia en
la gestión y la intransigencia organizativa desplegada contra la indignidad e
ignominia.