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“Lo importante no son los sillones sino los españoles”, es quizás la
frase de moda en el ámbito político desde el invierno de 2015, cuando la
ciudadanía determinó a través de las urnas que era conveniente transformar y
llevar a cabo cambios en el vestuario tradicional de la política española
durante las últimas décadas, una cuestión que se vio apuntalada con los
resultados electorales del verano pasado. Sin embargo, en democracia los
proyectos políticos (supuestamente elaborados y pensados en pro del
beneficio general) sin sillones tienen una alta probabilidad de acabar criando
polvo en las estanterías o cajones. En realidad no parece una
afirmación elaborada a base de sinceridad al cien por cien, pues el objetivo
principal al concurrir a unas elecciones es obtener representación que
posibilite entrar en el terreno de juego y tratar de poner en práctica las
ideas y planteamientos abrazados por la formación política, es decir, procurar
ocupar el mayor número posibles de sillas en el parlamento. Otra historia es
que no se cumplan las expectativas y la situación de fragmentación
del voto obligue a buscar acuerdos que compartan bases comunes.