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Hace casi dos años, los medios de comunicación se hacían eco de la
participación de políticos en la exitosa iniciativa (con recorrido
internacional) de arrojarse un cubo de agua fría sobre la cabeza, cuya
finalidad era la sensibilización social y la recogida de fondos
destinados a la investigación de la esclerosis
lateral amiotrófica (ELA), así como
a cubrir necesidades del día a día de las personas que presentan la
enfermedad. Esta tarde leía en la prensa que una mujer de 34 años y madre de un
pequeño de tres, enferma de esclerosis múltiple (EM) y con un grado de
minusvalía del 70% que va en aumento, ha obtenido una silla de ruedas
eléctrica de 3.099 euros gracias a la donación de una ONG. Se estima que el
gasto en el envío de propaganda electoral en la campaña que se avecina rondará
los 49 millones de euros, una cifra con la que, por ejemplo, podrían
subvencionarse 15.811 sillas de ruedas. “Lo importante no son los sillones,
sino el bienestar de la ciudadanía”, se repite desde la política,
pero hay señales que indican discordancia entre lo dicho y lo
hecho.