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Es impensable que alguien pueda atravesar
y superar las etapas educativas previas a la universidad sin haber aprendido a
leer, aunque sí parece posible cursar y finalizar los estudios
universitarios sin comprender lo que se está leyendo o, lo que es más
lamentable, ignorando o despreciando el significado de conceptos e ingredientes
elementales para la convivencia, la cohesión y el bienestar social. Es tiempo
de exámenes y las salas de estudio de las bibliotecas públicas tienen más
demanda de lo habitual, circunstancia esta que, por lo visto, agudiza e impulsa
la puesta en práctica de comportamientos pobres en civismo y respeto. Aun
existiendo carteles donde, con sencillez y un margen de actuación
confiado a la aplicación del sentido común y la responsabilidad de los
usuarios, se exponen las normas de uso del espacio reservado al estudio, hay
quienes hacen caso omiso de las reglas y dejan apuntes o libros en la mesa
ausentándose incluso durante horas con la pretensión de que todo permanezca
inalterable a la espera de su regreso. Centrar la mirada en los resultados
académicos perdiendo de vista la educación en valores, ¿contribuye a
tejer una sociedad capacitada para el desarrollo y progreso común?