jueves, 22 de enero de 2015

Escasez y salud pública

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Hace unas semanas, recibí una carta de Tráfico recordándome que mi coche  cumplirá diez años de antigüedad próximamente, tiempo durante el cual han sido desarrollados  elementos de seguridad incorporados en los modelos actuales. Soy consciente, pero como todavía está en buenas condiciones, espero que pase unas cuantas veces más la Inspección Técnica de Vehículos (ITV). Aun siendo indiscutible que la renovación del parque automovilístico contribuye es un factor positivo a la hora de reducir la siniestralidad en las carreteras, también lo es que la situación económica de muchas familias no invita a pasar por los concesionarios y, lo que es más preocupante, e incluso impide llevar a cabo las revisiones y mantenimientos pertinentes para mantener los vehículos en buen estado. Y, lamentablemente, los efectos de la escasez no solo repercuten en la seguridad vial, sino que se trasladan e inciden de manera negativa en diversas cuestiones relacionadas con la salud pública como pueden ser  la alimentación, el acceso a los medicamentos,   las visitas al dentista o la temperatura y la seguridad en el hogar.  Un estudio de la Universidad de las Palmas cuantifica en unos 40.000 millones de euros el coste social de la corrupción, una cantidad nada despreciable que podría ser destinada al progreso del país y al bienestar de los ciudadanos.