Resulta especialmente llamativo el grado de flexibilidad que pueden alcanzar las posiciones u opiniones ante los temas relacionados con la justicia.
Lo mismo se pide prudencia y respeto ante determinadas decisiones o sentencias judiciales, que se lanzan duras críticas hacia las no compartidas; lo mismo se pone el grito en el cielo por crueles e inaceptables prácticas que desprecian y vulneran los derechos humanos en el interior de ciertas fronteras, que se ignoran o encuentran múltiples excusas para las cometidas en otras tierras que despiertan más afecto o simpatía; lo mismo se reclama y alude reiteradamente a la figura de presunción de inocencia, que se participa en un bochornoso y poco ejemplarizante linchamiento verbal a la puerta de los juzgados.
¿En qué lugar queda la coherencia y autoridad moral al solicitar y pretender una justicia a la carta?
