domingo, 23 de agosto de 2009

Decoro social

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Que la avidez y especulación urbanística lesione o destruya kilómetros de nuestro litoral es sinónimo de progreso económico y social, sin embargo, que las personas puedan desnudarse en la playa es considerado un espectáculo denigrante, un ataque a la integridad moral con armas de destrucción masiva. Que nuestros oídos se deleiten con el ruido del tráfico o las obras es normal y consustancial al desarrollo, pero que alguien perturbe o dañe nuestra cultivada sensibilidad auditiva tocando instrumentos musicales en la calle es, sencillamente, inaceptable. Que existan colas en los comedores sociales y ciudadanos buscando comida en los contenedores de los supermercados forma parte del decorado del teatro, pero que las familias tiendan la ropa en la ventana o terraza es un menoscabo de la imagen intolerable.
Sería deseable que los guardianes del decoro social concentraran su atención en el deterioro interior del inmueble y rebajaran la preocupación u obsesión por el lustre de la fachada. ¿Será este el siglo de la apariencia y la sandez?